Este es uno de esos recuadros que solo vas a leer la primera vez que lo recibís. Las próximas semanas tu cerebro lo va a pasar por alto:
-No hace falta que retrases tu lectura para ir acompañando los mails. Si querés leer el libro de un tirón, adelante.
-Si alguna semana no ves el mail en tu bandeja de entrada es muy posible que haya caído como correo no deseado. Andá a buscarlo ahí (para evitar que pase esto agendanos como contacto).
-Este mes estamos leyendo Cometierra. La semana que viene empezamos con Mi abandono.
-Este es el cuarto mail (podés leer el primer mail que envié acá, el segundo acá y el tercero acá).
-Si te reenviaron este mail y te querés sumar al club lo podés hacer acá.
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Me encuentro de pronto escribiendo el último mail sobre Cometierra.
Se mezclan varias sensaciones. Por un lado, la felicidad del vínculo que se está formando con cada uno de ustedes. Por el otro, la melancolía de algo que concluye.
Pasa algo parecido con la lectura.
Al terminar una novela le pedimos que llene un vacío que no existía antes de empezarla.
De ahí la soledad del que cierra un libro.
Una soledad falsa, o por lo menos momentánea, que desde este club queremos combatir. Se puede seguir leyendo un libro después de haberlo cerrado. Nada concluye realmente. Sigue ahí, en algún lugar de nuestra cabeza. Además, un buen final puede tener la forma de un comienzo.
Como por ejemplo en este brevísimo cuento de Thomas Bailey Aldrich:
Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
(“Sola y su alma”. Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares).
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Si no terminaron la novela de Dolores Reyes, no sigan leyendo. Guarden el mail para leerlo después. Recuerden que la semana que viene ya arrancamos con Mi abandono.
La semana pasada les pedí que compartieran sus sensaciones del final de Cometierra.
Lo que más me comentaron fue el tema de los nombres. Ese deseo de la protagonista de ser nombrada. Que iba también de la mano de la sensación de vacío que varias personas me dijeron que les dejó el libro.
Les comparto algunos textuales:
Mary:
“Creo que en algún punto tuve el mismo deseo que la protagonista, saber su nombre, que alguien la nombrara más allá de su capacidad/don de comer la tierra”.
Jimena:
“Esas ansias de lo propio, de una lápida con algo más que tierra. Con un nombre”.
Daniela:
“Sentir lo inexorable. De que no hay escapatoria posible. Ni nombre propio”.
Gabi:
“La forma de nombrar en toda la novela no pasa desapercibida. Los varones, los más normales: Walter, Hernán, Ezequiel, Ale. Las mujeres, llamativamente muchas veces sin nombre: mamá, la novia de Walter, Miseria, la madre de María.
Gustavo:
“Creo que el final es propio de ese estado de abandono, ir hacia la nada, sin nada, dejando nada”.
Antonella:
“¿Por qué nadie más prueba comer la tierra? […] Creo que ese es el punto que más me sensibilizó de la novela. La empatía como algo que está al alcance de la mano y sin embargo no se convierte en acción”.
Julia:
“Algo que me quedó resonando después de haberla terminado es: ¿por qué el padre como figura salvadora?”
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Justamente sobre esta última pregunta quería compartir mi opinión.
Inmediatamente después de leer el final, tuve esa sensación de incomodidad con que fuera el padre el que los salvara. Pero unos días después, charlando en un café sobre esa escena, me encontré diciendo que era un acierto, porque tanto lo que aleja al padre como lo que lo acerca es la violencia. Como si fuera el único lenguaje que sabe hablar.
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Hace unas semanas les dije que había armado un esquema con la novela y que se los iba a compartir en la última semana. Bueno, helo aquí. Perdonen mi letra:
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La tapa de un libro puede ser un proceso largo, de idas y vueltas entre el editor o editora y la persona que la diseña.
El caso de Cometierra fue atípico. El editor de Sigilo, Maximiliano Papandrea, me contó que lo único que le dijo a la ilustradora fue que se inspirara en una estampita pagana. Y que Jazmín Varela - dibujante y diseñadora gráfica de Rosario- mandó un primer boceto que terminó siendo esa maravilla de tapa.
Les propongo que la miren de nuevo, así desplegada, y busquen los distintos elementos que se narran en la novela:
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¿Se acuerdan que hace unas semanas les dije que mandaran preguntas para Dolores Reyes? Bueno, les comparto una mini entrevista con una selección de esas preguntas:
Maru -Me intriga saber si tu recorrido por las Letras Clásicas influyó en alguna de las decisiones narrativas que tomaste para componer Cometierra.
Creo que a la hora de escribir se ponen en juego todas nuestras experiencias, directas y simbólicas. Haber estudiado clásicas me permitió tener una visión que hoy denominaríamos de género en torno a las culturas antiguas y también desarrollar cierta mirada en torno a los materiales literarios pensando en el robo de los cuerpos, como en el caso de Antígona, que reclama por el cuerpo de su hermano que permanece insepulto, o Hécuba en Las Troyanas.
La antigüedad tenía además deidades femeninas, adivinas, videntes, intérpretes de el oráculo de Delfos o de los vuelos de las aves (auspicios) que eran centrales para esas culturas, pero sobre todo, ¡la tierra! La tierra como principio femenino en toda cultura clásica, desde Gaia hasta la Pachamama, la tierra que nos da la vida y al final de ella, nos vuelve a recibir el cuerpo.
Ana -El nombre de la novela me hizo pensar en la palabra Mataco, que tiene ese significado literal El que come tierra, y era el despectivo asignado a los wichis. Sobre todo porque encontré paralelismos con Eisejuaz, de Sara Gallardo, en la marginalidad, sueños de los protagonistas, misión a cumplir. Quisiera saber qué puede contarnos sobre sus influencias literarias, y si Sara Gallardo es una de ellas.
Amo todo lo que escribió Sara Gallardo, aunque no había pensado en esa etimología de Mataco, gracias por compartirla conmigo. Hoy otro lector -Diego Frenkel- me pasó algo de un libro que me impresionó mucho y quiero compartírselos: El banzo es un estado anímico común en los afrobrasileños que eran sometidos a esclavitud. Cuando un negro banzaba, él paraba de trabajar, ninguna tortura de látigo, de hierro o brasa lo hacía moverse. Él se quedaba allí, sentado, banzando, banzando, banzando. Le venía el deseo de comer tierra y comiendo tierra, regresar a África, a través de la muerte. Un negro con banzo era una pieza perdida para el esclavista. Parece que banzar es una versión africana del vocablo portugués que significa pensar. Pensar para el afrobrasileño era “banzar” sentirse triste, con una tristeza de muerte.
La verdad que la imagen de Cometierra surgió por la lectura de un compañero de taller que terminaba en Tierra de Cementerio...ahí vi a la chica comiendo tierra y la traté de escribir, pero con el tiempo fueron surgiendo miles de imágenes y voces increíbles, tristísimas, potentes. Todo fue ese comienzo ¡y mucho trabajo!
Maitén -Me gustaría saber cómo te modificó a vos, si es que lo hizo, como mujer y escritora, escribir y publicar esta novela.
Al principio intenté que nuestra vida cambiara lo menos posible, pero la verdad que con el paso de los meses y la circulación de Cometierra eso viene siendo muy difícil. Es un período de mucho trabajo, muchas entrevistas, clubes de lecturas, mensajes, visitas a colegios, profesorados y universidades que están leyendo Cometierra. Yo encima soy bastante obse y trato de ir a todos lados y contestar también a todxs lxs que me escriben, pero a veces es imposible ¡¡Y mis hijxs más chicxs reclaman atención!! A veces los llevo a los colegios secundarios que están trabajando Cometierra y les encanta.
Me gustaría recuperar un poco el tiempo de escritura, tengo muchas ideas que quiero desarrollar. Estoy escribiendo un par de cosas pero necesitaría más tiempo.
Martu -
Hay escenas que me obligan a cerrar el libro por un ratito. En el proceso de escritura ¿qué momentos necesitaron más tiempo?
La escena en la que más tiempo usé deben ser mis favoritas: el comienzo y el pequeño capítulo de la Florensia. Tienen mucho trabajo pero sobre todo, mucho de buscar ponerme yo bien pegada a Cometierra para escribir desde lo que siente, desde lo que le está pasando, desde lo que ve.
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Por último, para cerrar. Le pedí a Dolores si tenía alguna frase o imagen que haya escrito y que después derivó en alguna escena de Cometierra. Me contó que solía sacar fotos a plantas y escribir posteos en Facebook. Muchos de esos textos (corregidos) quedaron en la novela. Acá uno de octubre del 2014.
¿Les suena esa planta de la tapa de algún libro?
Como el Walter y yo colgamos con la jardinería, la pasionaria va a comerse la casa. O nuestras paredes van a dejarse inocular por la humedad vampira que la enredadera nos trae. La mayoría de las flores ya se abrieron, hechizan. También hay algunas bochas naranja, que atraen bichos como si fueran gelatina . Ahora que me fumé un finito, miro entre sus ramas cómo se mueve el barrio cuando empieza a anochecer. Y no me molesta pensar que si un día de estos, Manuel, mi hermano y yo decidimos tomarnos el palo, la planta va a tragarse nuestro rancho como una carnívora a una arañita tierna.
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Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover
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