Llegamos al último mail del año. Sí, ya sé, queda todavía un domingo más en diciembre, pero será una semana entre reuniones con amigos y familia, y creo que estaremos todos haciendo otras cosas, así que volveremos a encontrarnos en la bandeja de entrada el domingo 5 de enero.
No quiero ponerme demasiado emotivo, solo agradecerles haber estado ahí, del otro lado del mail, compartiendo las lecturas. Fueron tres meses maravillosos. Este fin de año brindaré por todas las próximas lecturas del club Carbono, que me tienen muy entusiasmado.
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Bueno, ahora sí, vamos a lo nuestro.
Hay una pregunta que todavía no hice, pero que un poco estuvo flotando en todos estos mails: ¿qué es la música?
Julio Mendívil, un etnomusicólogo y charanguista peruano radicado en Alemania, dice esto en su libro Contra la música:
No existe consenso en el mundo sobre lo que es música. Para los kaluli de Papúa Nueva Guinea la música real es aquella que producen los pájaros en las copas de los árboles, mientras que la humana no pasa de ser una imitación imperfecta. Para algunos grupos bantúes de Kenia y Uganda, en cambio, la voz gnoma (música) connota al mismo tiempo la danza y el tañer tambores, con lo cual quedan excluidos de dicha categoría, por ejemplo, los cantos polifónicos de los pigmeos de Camerún o la Sinfonía Opus 59 en Do menor de Haydn. Qué abarca el concepto de música suele diferir también entre las culturas. Así, los indígenas quechua de los Andes centrales consideran música el rumor del río, el temblor de las hojas de los árboles y otros ruidos producidos por la naturaleza, aunque no se encuentren organizados socialmente por los humanos. […] Música es todo aquello reconocido como tal por un grupo humano determinado y no un canon universal, normativo y excluyente.
En otro capítulo del libro de Mendívil (publicado por Gourmet Musical) se detalla incluso los usos violentos de la música. La música como algo que no solo hermana, sino que divide. Casos en los que la música también sirve –a menudo contra la intención de sus creadores– de banda sonora de torturas y otros actos indignos.
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La música es también algo que no puede ser nombrado. El imposible canto de las sirenas.
R. L. Netlinger describe esto en unas cartas* ficticias entre Ulises y Helena.
*Esta carta refiere al episodio que se cuenta en el canto XII de la Odisea. Advertido por la diosa Circe de lo peligroso que era el canto de las sirenas, Ulises ordenó tapar con cera los oídos de sus remeros y se hizo atar al mástil del navío. Gracias a esta estratagema Ulises fue el único ser humano que oyó el canto y sobrevivió a las sirenas, que devoraban a los infaustos que se dejaban seducir.
Helena:
Ahora entiendo cuánto nos está costando Troya, pero no la Troya que conocen los cartógrafos, sino la otra, la que se encuentra en Itaca, en las cofas de las naves, en la mirada de los hombres. Esa Troya que puede ser todas las Troyas es la que nos está perdiendo, como el canto de las sirenas. En ambos casos para liberarnos debemos rodear nuestro ser de cadenas. Como aquella tarde, mientras sintiendo el frío de los metales adivinaba la presencia de ellas y me decía: soy libre. Nuestra libertad consiste en encadenarnos a algo, o a alguien, y de ahí que Troya también sean las cadenas.
Helena.
Nombrarte es evocar tu imagen, y tu imagen es como un centro que ordenara todo, como si cada cosa encontrara un sentido porque tu estás ahí. Ahora sé lo que cantaban las sirenas. Troya ya no existe; tampoco mi nave. Sólo éste mar, en el que me hundo.
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La música para Spinetta es
un lenguaje que está en el cosmos, como todo lo que nos rodea. El músico que se pone en contacto con el cosmos, que sabe indagarlo con amor, que consigue la comunicación con los otros seres y con Dios… ese hombre músico podrá apoderarse y utilizar ese lenguaje como si leyera una clave que para los demás parece indescifrable
(página 60 de
Spinetta: mito y mitología
).
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La música, entonces, puede ser muchas cosas.
En el caso de Spinetta la música es también una mitología. Una mitología Spinetteana, como la llama Mara Favoretto. Un sistema donde la luz, la naturaleza, la vida y la muerte se manifiestan en canciones, para construir ese universo.
Si una de las funciones del mito es la de enseñarnos a vivir, en Spinetta esto se traduce en despertar a los dormidos:
Siempre he intentado rasgar el alma, emocionar a quien me escuche. Producirle efectos directos en su corazón, en su alma, para movilizarlo y que encuentre respuestas. Tengo total seguridad de que el que está bajoneado puede mejorar. Muchas veces la música puede ayudar a los demás.
Ya despiértate nena
sube al rayo al fin
ya despiértate nena
sube al rayo al fin
y así verás
lo bueno y dulce
que es amar.
Ya despiértate rayo
sube a la nena
ya despiértate rayo
sube a la nena
y así verás
lo triste y dulce
que es vivir.
(Despiértate nena, Pescado Rabioso)