Aunque no soy un gran lector de poesía, tengo en mi biblioteca un estante con varias revistas donde poetas jóvenes publicaban sus primeros versos y donde recopilaban algunos de escritores consagrados. Son revistas viejas.
Hojeándolas hace poco me encontré con este poema de R. L. Netlinger:
El olvido,
no es la supresión de un hecho,
es, en efecto,
el recuerdo
de lo que no existe.
Pensaba en lo que había escrito en el primer mail, que compartir las lecturas es una forma de compartir una memoria en común de un pasado que no tenemos.
En contra de lo que dice Netlinger, la literatura es una forma de recordar lo que no existe. De apropiarse de hechos que no nos sucedieron pero que nos definen. Una especie de melancolía o nostalgia, pero sin la carga negativa, sin el padecimiento de una ausencia, sino más bien la felicidad de saber que eso que no existe es parte de nosotros.
Pienso, también, en las preguntas que le gustaba hacer al Chiche:
¿Te acordás de cuando éramos imperio?
¿Te acordás de cuando conquistamos la Galia?
¿Te acordás cuando éramos príncipes y princesas y nos reuníamos alrededor del fuego, antes de la llegada de los españoles?
¿Te acordás de cuando éramos pobres?
Y pensaba en la memoria compartida que se está generando entre nosotros, domingo a domingo, con la lectura de cada uno de los mails.
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En el primer mail hablé también del epígrafe de Natalia Ginzburg. De ese léxico familiar que tenía la doble virtud de permitir reconocerse y evocar la infancia vivida.
Creo que no es algo que se limita a lo familiar. Puedo arriesgar, sin miedo a equivocarme, que cada una de las personas que lee este mail tiene algún léxico propio que comparte con sus amigas y amigos más cercanos. Palabras que a lo largo de los años se fueron convirtiendo en un lenguaje propio. O por lo menos en palabras que se pronuncian de forma distinta, con cierta complicidad.
De ahí la genialidad de Virginia Higa de compartirnos ese glosario del Chiche para que nosotros también nos sintamos íntimos:
-Carpi
-Catrosho
-Catrosha
-Chinaso
-Mishadura
-Papocchia
-Sciaquada
-Spaccone
Incluso la autora logra algo maravilloso, que es que ciertas frases, una vez que el Chiche se las apropia, se vuelvan mejores (por ejemplo “Casas más, casa menos, igualito a mi Santiago”).
Otra vez, las palabras como una forma de hacernos sentir parte de algo.
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Disfruto mucho cuando una lectura se conecta con otra.
Todavía no había guardado el Diccionario ilustrado de los monstruos que mencioné en el último mail sobre Furia diamante. Lo tenía en una mesita donde van quedando algunos libros que voy sacando de la biblioteca, así que aproveché y busqué la definición del munaccielo que se menciona en la página 96 de Los sorrentinos:
Munaciello
(Italia Meridional). Duende caracterizado por su vestido en forma de cogulla de monje. Por lo general es más bien amable para con los hombres pero, si alguien revela los milagros que lleva a cabo, cesa al instante toda su ayuda. En Campania (donde recibe este nombre) se presenta con el aspecto de un viejo con peluca y coleta, pero puede adoptar también forma de serpiente o de otros animales. En Calabria es llamado monachiello o monachidd. Monachicchio es el nombre que recibe en Lucca, región en la que se manifiestan importantes variantes en el comportamiento: junto al aspecto burlesco y bromista, común a muchos duendes, tiene también el cometido de guardar los tesoros; vive en los bosques o grutas, y está casi completamente cubierto por una enorme capucha roja; se dice que se transforman en monachicchi las almas de los recién nacidos muertos antes de recibir el bautismo. En Bari es llamado Monicacidd (monje-pájaro), y se cree que es capaz de provocar la lluvia.
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En el mail anterior les había contado que estaba preparando un árbol genealógico. Helo aquí.
Para poder verlo bien tienen que hacer clic en la imagen. Se les abrirá aparte y podrán hacer zoom o descargarlo para leerlo con tranquilidad.
Ojo, contiene spoilers de la novela.