¿Quién es Jean Cocteau? ¿Alcanza leer Secretos de belleza para conocerlo?
Creo que es uno de esos libros de los que uno sale más sediento de como entró. Por un lado la preciosísima edición de Leteo, con esas fotos y dibujos intercalados, hace que lo sintamos cerca. O quizás, más que cerca, vivo. Cocteau aparece cada tanto entre las páginas, cambiando a medida que sabemos más cosas sobre él. Mirándonos mientras lo leemos.
Por otro lado, Cocteau parece ser alguien a quien las palabras nunca van a terminar de abarcar.
No es escribiendo la palabra mesa que hablamos de la mesa.
No es escribiendo la palabra árbol que hablamos del árbol.
No es escribiendo la palabra amor que hablamos de amor.
Las reflexiones de Secretos de belleza pueden abrirse en cualquier página, como si un Cocteau-oráculo nos diera respuestas a preguntas que nunca formulamos, pero que necesitábamos.
***
Pienso ¿cómo voy a hablar de un libro tan particular, sin sentir que de alguna forma lo estoy rompiendo?
Abro el libro, la pitonisa me responde desde la página 42:
En poesía lo que importa no es lo que está dicho, ni la manera de decirlo, ni el sentido, ni la música.
Es otra cosa lo que importa y que no se analiza.
Creo que quizás, una forma para que la lectura de este libro sea todavía más rica, es hablar de cosas que están por fuera del libro.
***
Voy a proponerles algo, si tienen ganas, que está relacionado con la forma en que llegué a Cocteau, eso que iba a contarles en el mail anterior.
Pero antes, ya que la introducción de Christian Kupchik comienza con las últimas palabras de Cocteau antes de morir, “El barco se acaba de hundir. Este es mi último día en esta tierra”, se me ocurrió que podía compartirles las últimas palabras de varios personajes célebres en la hora de su muerte.
(Saqué todas estas frases del libro de Laura Manzanera Al pie de la sepultura).
El corazón palpita…, sigue palpitando… El corazón ha dejado de palpitar.
Albrecht Von Haller
, médico suizo. 7 de diciembre de 1777.
En sus últimos momentos quiso constatar “científicamente” su propia muerte, así que mientras pronunciaba estas palabras se tomaba el pulso.
Dime la verdad, ¿le he gustado realmente a Hemingway?
Dorothy Parker, escritora estadounidense. 7 de julio de 1967.
La cortina de la ducha hay que ponerla por el lado de dentro de la bañera.
Conrad Nicholson Hilton, hombre de negocios estadounidense. 3 de enero de 1979.
Fundador de la cadena de hoteles Hilton, respondió de este modo cuando se le preguntó si quería dar algún mensaje (de despedida) a sus empleados.
Yo quiero ir al infierno, no al cielo, donde solo podré encontrar mendigos, monjes y apóstoles. En el infierno estaré rodeado de papas, príncipes y reyes.
Nicolás Maquiavelo, político y escritor italiano. 21 de junio de 1527.
O sea, que muero con centenares de síntomas buenos.
Alexander Pope, poeta inglés. 30 de mayo de 1744.
El médico no quería o no se atrevía a decirle la verdad sobre la gravedad de su enfermedad y de algún modo le dio esperanzas. Él, no obstante, se dio cuenta del engaño y su última frase fue un mordaz comentario.
Ocho horas con fiebre. ¡Me hubiese dado tiempo a escribir un libro!
Honoré de Balzac, escritor francés. 18 de agosto de 1850.
Nunca hemos discutido.
Henry David Thoreau, escritor estadounidense. 6 de mayo de 1862.
Cuando estaba a punto de morir, un clérigo le preguntó si había hecho las paces con Dios.
¿Morirme? No creo. Ningún Barrymore permitiría que le sucediese algo tan convencional.
John Barrymore (John Sidney Blyth), actor estadounidense. 29 de mayo de 1942.
***
Ahora sí, lo que quería proponerles es lo siguiente, si tienen ganas y tiempo.
La primera vez que escuché hablar de Jean Cocteau fue por una obra del compositor Ígor Stravinski que se llama L'Histoire du soldat (Historia del soldado). Es una obra musical que Stravinski compuso sobre un texto de Charles Ferdinand Ramuz. Está basado en un cuento popular ruso, inspirado en la leyenda de Fausto. Un soldado que se cruza con el diablo, quien lo convence de venderle su violín (su alma) a cambio de riquezas.
Cocteau grabó una versión, poniendo su voz para “el lector”, un personaje que va narrando todo lo que sucede.
Si tienen ganas pueden escucharla un rato. La primera voz que aparece es la de Cocteau. No les digo de escucharla entera porque dura una hora y está en francés.
Igual por si les gusta este tipo de música y tienen ganas de escucharla hasta el final, les dejo una traducción muy rústica que hice con un traductor en línea. Debe tener varios errores, pero les va a servir para entender más o menos de qué va la trama.
Acá el link a Spotify para escuchar L'Historie du soldat.
Una de mis partes preferidas está sobre el final, cuando dice esta frase:
Un bonheur est tout le bonheur; deux, c’est comme s’ils n’existaient plus.
Una felicidad es toda la felicidad; dos, es como si ya no existieran.
***