Este es el cuarto y último mail sobre Secretos de belleza. Antes que miren sus calendarios… sí, queda un domingo más en mayo. Pero se me ocurrió hacer algo distinto. Les cuento, la idea es esta.
El próximo viernes (29/5) a las 19:00 haré un Zoom carbonístico al que están todas y todos invitados. El único requisito para participar es que tengan en la mano (o si no lo tienen en la mano, que lo tengan en mente) un libro para recomendarle al resto. El que quieran.
En el mail del domingo que viene recopilaré todas las recomendaciones de libros que hayan hecho.
El Zoom es también una excusa para vernos y para brindar por este grupo hermoso que se formó.
Y cuando digo brindar, me refiero de verdad a brindar. La
semana pasada
les conté del beneficio que arreglamos con
Bookmate
. Seguimos sumando beneficios, ahora de bebidas. Esta semana arreglamos con
La Fuerza
para que las compras que hagan del 24 al 31 de mayo tengan un 10% de descuento ingresando el código FUERZACARBONO. Pueden chusmear los vermú que tienen en
su web
. Desde ese link ya deberían tener en el carrito de compras el código generado, pero si no, lo ponen a mano al momento de hacer la compra.
Ahora sí, a lo nuestro.
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Siempre me gustó cómo se van conectando los libros mientras vamos leyendo. Una imagen o una palabra que leemos en un libro aparece de pronto en el siguiente. Una novela, un libro de cuentos, un ensayo, todos conectados por líneas invisibles que están en nuestra cabeza.
Alguna vez me propuse armar un esquema -que imaginé enorme y todo entrelazado- con los libros que iba leyendo y las conexiones que se iban generando. Pero nunca lo hice, porque claro, quién tiene ganas de soltar un libro mientras lo está leyendo.
Cuando leí el libro de Cocteau, puntualmente cuando leí este aforismo:
La poesía se opone a todo lo que el hombre tiene por costumbre considerar como el mejor medio de expresar lo que piensa. Es preciso ser muy humilde para leer un poema y no combatirlo como a un enemigo.
Recordé un texto de Netlinger que había leído hacía un tiempo y que, de alguna forma un poco vaga, se conectaba.
Iba a comentarlo en el primer mail pero cuando fui a buscar el texto de Netlinger me pareció que la conexión era muy tirada de los pelos, que quizás me la estaba inventando. Así que decidí no poner nada.
Pero hace unos días, leyendo el post que Carola Mateos compartió en el grupo de Facebook, en donde contaba cómo apareció el ángel Heurtebise de Cocteau en el libro de Carlos Fuentes que estaba leyendo, dije bueno, lo comparto.
El texto de Netlinger pertenece a una serie de cartas que alguna vez ya comenté en otro mail. Son unas cartas ficticias -e imposibles- entre Ulises y Helena.
Helena,
Debes saber que no siempre sostenemos nuestros escudos con la misma fuerza, ni nos arrojamos a la batalla con el valor necesario. Cuando combatimos sabemos contra quienes lo hacemos y no hay enemigo que no tiemble como nosotros en los campos regados de sangre. El sonido de los metales cuando chocan y se entrecruzan, el sonido seco de un hueso que se quiebra, el lamento del compañero que ha caído en la batalla; nos desgarran tanto que apenas si podemos soportarlo. Pero no creas que los golpes que damos no son recios ni nuestros gritos poderosos como los rayos de Zeus. No, Helena. Al avanzar por el campo vamos dejando nuestros nombres, nos despojamos de ellos como si fueran armaduras inservibles, y al levantar el arma y dar el primer golpe ya no nos reconocemos y terribles dioses libran una batalla que nosotros no queremos comprender. Helena no me malentiendas, no quiero decir con esto que nuestra lucha es en vano y que combatimos porque sólo sabemos combatir. Nuestro enemigo no es el que pareciera ser. Quizás haya que estar allí para entenderlo, sentir el viento soplar en el rostro trayendo los rumores de la batalla más lejana, mientras uno se ocupa de defenderse como puede. En ese momento se comprende que el enemigo no es el hombre que empuña su espada dispuesto a dar el golpe en nuestra armadura. Nuestro enemigo, Helena, es la batalla misma, y todos combatimos contra ella. De ahí que nunca tenga un fin, y que todo gire indefinidamente. Mañana habrá otro puerto, y pasado otro, y así hasta que Ellos se cansen de este juego.
Cocteau habla del poema como algo que nos desacomoda. Como un grito del silencio. Como algo que el papel odia.
Me gusta pensar que una línea imaginaria entre Netlinger y Cocteau plantea al poema como una batalla que libramos contra nosotros mismos.
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