La semana pasada empecé diciendo que la realidad es una especie de lenguaje. Me refería a esta sensación que toda ciudad funciona con una lógica propia que la mantiene unida y en movimiento. Sabemos que todo tiene un nombre, aún cuando no podamos nombrarlo, como si gramática y arquitectura fueran fuerzas invisibles que sostienen todo lo que construimos.
Pensaba en Marcelo Cohen y su Delta Panorámico, el hallazgo de nombrar lo que no existe con palabras inventadas para que todo sea más real.
Y de pronto pensé en los sueños, en la imposibilidad de retener lo que soñamos. En cómo se nos escapan las escenas a los pocos minutos de despertarnos. Y entonces me dije: quizás no sea un tema de nuestra memoria, sino de que no tenemos las palabras correctas. Una realidad imposible necesita de palabras imposibles. Nos falta un idioma para narrarlos, para representar ese otro mundo que está dentro de nosotros.
Y después pensé en la suerte de leer a un autor como Cohen y poder tocar con nuestras mentes esos mundos que construye.
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Algunos libros de cuentos funcionan como ese axioma de la psicología de la Gestalt que dice que “el todo es más que la suma de sus partes”. Me refiero a que el hilo conductor que une los relatos le da también un sentido nuevo y distinto a todo el conjunto. Es el caso de La calle de los cines, con sus películas contadas por un ficticio Marcelo Cohen (no el autor, sino el narrador que -nunca está de más aclararlo- no son lo mismo). Lo hace también Ray Bradbury en Crónicas marcianas y El hombre ilustrado. En el primero con esas historias de la llegada de la humanidad a Marte y su colonización; en el segundo con ese hombre con tatuajes en el cuerpo que cobran movimiento, y en las que cada una de las dieciocho ilustraciones -la misma cantidad de películas que el libro de Cohen- cuentan una historia.
Digo todo esto porque sucede algo particular con este tipo de libros. En un libro de cuentos “tradicional” nuestra mente sufre un pequeño reseteo entre relato y relato. A veces tan pronunciado que cuesta encarar un nuevo cuento, como si hubiéramos sido expulsados del terreno de la ficción al de la realidad. En cambio, en estos libros de cuentos “gestálticos”, el reseteo es menor. Como si saltar de un cuento a otro fuera más fácil porque es un acto que se hace dentro de la ficción.
Se me acaba de ocurrir todo esto mientras escribía el mail, pueden no estar de acuerdo en absoluto. De hecho, quizás cuando yo mismo reciba el correo el domingo a la mañana me diga ¿Libro de cuentos gestálticos? ¿Qué tomaste mientras lo escribías, Sebastián?
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La ciencia ficción, con sus aparentes viajes a tiempos y realidades distintas, no hace más que mostrarnos la esencia de quiénes somos. Voy a volver sobre esto más adelante.
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Ahora quiero proponerles un nuevo experimento. En realidad, más que un experimento, es un consejo, pero le voy a dar la forma de un experimento.
Leer es más que pasar los ojos sobre las letras. La experiencia de lectura se completa cuando hablamos, pensamos o escribimos sobre lo que leemos. No hablo de escribir una tesis o un ensayo. Basta con levantar la cabeza cada tanto, anotar alguna frase o marcar algún párrafo (por ejemplo yo, desde hace un tiempo, tomé la costumbre de usar las páginas en blanco del final de los libros para anotar frases, ideas o referencias que después voy a buscar, para interrumpir la lectura lo menos posible).
Pero lo que quiero proponerles es otra cosa. Es que piensen una palabra, la primera que se les venga a la cabeza, después de leer cada cuento. Pueden aprovechar el índice para hacerlo, marcando con lápiz al costado de cada título, o anotarlo en una hoja aparte si no quieren marcar el libro. Si ven que una palabra no les alcanza puede ser una frase, pero la idea es que sea lo más sintético posible. Una vez que las tengan les pido que las completen en el formulario que armé para este experimento, haciendo clic en el botón de acá abajo.
Tienen tiempo hasta el viernes 24 de julio para completarlo. No hace falta que hayan leído todos los cuentos para esa fecha, complétenlo hasta donde hayan llegado. Me gustaría compartir con ustedes los resultados en el último mail.