Sebastián me invitó a hablarles del libro de Sigilo elegido para octubre y quiero aprovechar la oportunidad para contarles una historia editorial. Me parece la mejor manera de presentarles Conjunto vacío, de Verónica Gerber Bicecci. La historia empieza mal pero termina bien.
En la corta vida de Sigilo, Conjunto vacío tuvo la peor y la mejor de las suertes. Cuando fue publicada, a comienzos de 2017, la editorial estaba pasando por un mal momento: las dos personas que la habíamos fundado estábamos teniendo diferencias profundas de criterio. Sumado a eso, nos habíamos quedado sin agente de prensa y para colmo, por una desinteligencia inexplicable, la distribuidora que teníamos por entonces distribuyó en librerías solo 300 ejemplares de los 1500 que conformaban la tirada. Además, se trataba de una novela de una joven autora mexicana casi desconocida en nuestro país. El libro, por supuesto, pasó desapercibido.
La primera responsabilidad de un editor es darle al libro la mejor edición posible; la segunda, propiciar el mejor marco de recepción, que no quiere decir otra cosa que darle una buena comunicación y ponerlo al alcance de las y los lectores. Se imaginarán lo mal que me ponía lo que había pasado con el libro, una novela que había contratado convecido de que con su belleza y originalidad iba a cautivar a cualquiera que se sentara a leerla. Me sentía en deuda con la novela y con su autora, quien había confiado en Sigilo para dar a conocer su libro en Argentina, un país importante para ella porque es hija de argentinos.
A fines de ese mismo año, tuve la suerte de ser invitado a la Feria de Guadalajara y me tomé unos días para pasar por Ciudad de México e ir a conocer a Verónica, que me recibió en su casa, me agasajó con una fiesta de platos mexicanos (tequilas y mezcales incluidos), me enseñó su estudio de trabajo y me mostró lo que ya sabía por haber leído su novela: que era una persona dulcísima, inteligente y de un enorme talento. Tuve la oportunidad de explicarle lo que había pasado, de pedirle disculpas y de prometerle que haría todo lo posible por revertir la situación.
Unos meses después, resueltos los problemas internos de la editorial, y con nueva distribuidora (la misma que ahora me permite comunicarme con ustedes a través de este fantástico Club de Lectura), lo primero que hizo Carbono fue recuperar esos más de mil ejemplares que estaban en un depósito y mandarlos a las librerías. Con eso alcanzó: con ayuda de libreras y libreros, la novela hizo su magia. Poco a poco, las lectoras y los lectores –sobre todo lectoras, hay que decirlo– la fueron descubriendo, apropiándosela y compartiéndola en sus redes con el entusiasmo y el cariño de quien encuentra un tesoro. Una lectora acá, un lector allá, otra lectora más allá, un mes tras otro. Se armó el boca a boca. Así fue como este año, en plena pandemia, el libro se nos agotó y tuvimos que hacer esta nueva edición que ahora está disponible.
¿Qué tiene de tan hermoso esta novela?
Eso lo descubrirán en octubre.
Gracias por estar siempre ahí,
Maxi