No saben el placer que se siente poder empezar el mail con cualquier palabra y no tener que estar horas pensando la primera frase (si no saben a qué me refiero vayan a leer el final del
mail anterior).
Bueno, ahora sí, a lo nuestro.
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Debíamos tener unos once años. Era de noche, tarde. Mientras en el resto de la casa todos dormían, con mi hermano gemelo jugábamos al juego La abadía del crimen. La ventaja de tener un padre analista de sistemas es que desde chicos tuvimos computadora. En ese entonces se usaban disquetes, nada de andar descargando de internet o jugar online. No existía eso. Tampoco era que se podían comprar juegos originales (o si se podía, no sabíamos dónde). Íbamos a una galería que quedaba en Av. Santa Fe y Pueyrredón donde había un local que vendía juegos (que en realidad eran copias). Pero me estoy yendo por las ramas. Decía… era de noche, bien tarde. Todos dormían. Sabíamos que el juego estaba basado en la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa. Era un juego de aventuras, donde uno era un monje que tenía que cumplir determinadas tareas a lo largo de varios días. Los gráficos y los sonidos eran los propios de un juego de 8 bits, es decir, muy muy básico. Pero claro, para nosotros, en esa época, era alta definición.
Nunca supimos cómo terminaba el juego, porque en un momento dado, cuando entramos a cierto lugar, la computadora empezó a hacer un sonido una y otra vez, una palabra que se repetía aún cuando ni siquiera teníamos parlantes. En medio de la noche, en la soledad de nuestra habitación, nuestra computadora empezó a decir “mirada, mirada, mirada, mirada” y luego se apagó*.
Nos morimos de miedo. Me acuerdo que apagamos las luces y nos metimos en las camas, sin entender qué había pasado. La computadora había hablado y, además, se había apagado sola.
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Escuchar una voz es una de las experiencias más poderosas que hay. Nos muestra que no estamos solos. Nos bastan nuestros oídos para sentir con todo el cuerpo la presencia de alguien.
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Empecé este mail con esa anécdota porque quiero hablar sobre la importancia de la voz en la literatura. Sobre que a veces son suficientes unas palabras para que podamos sentir que algo existe. No es necesario leer descripciones elaboradas, párrafos y párrafos de información, de contexto. A veces, cuando un escritor lo sabe hacer -y Jesse Ball lo sabe hacer- alcanza con que un personaje empiece a hablar para que lo sintamos al lado nuestro.
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Pero ya que mencioné a El nombre de la rosa y para que esto no sea un mail solo sobre jueguitos de computadora, les comporto algo que dijo Umberto Eco, en un libro que publicó unos años después de haber escrito la novela, aclarando algunos preguntas que recibía constantemente. El libro se llama Apostillas a El nombre de la Rosa. Lo que sigue es un fragmento del capítulo llamado “¿Quién habla?” en donde cuenta cómo eligió la voz del narrador, Adso:
Adso fue muy importante para mí. Desde el comienzo quise contar toda la historia (con sus misterios, sus hechos políticos y teológicos, sus ambigüedades) con la voz de alguien que pasa a través de los acontecimientos, los registra todos con la fidelidad fotográfica de un adolescente, pero no los entiende […] Que se entienda todo a través de las palabras de alguien que no entiende.
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Y ahora pasemos a Lucia, la protagonista del libro que estamos leyendo este mes ¿Por qué su voz es tan potente? ¿Por qué nos basta leer los primeros párrafos para sentir que ya la conocemos? No creo que sea, como en el caso de la novela de Umberto Eco, que quienes leemos entendemos algo que la propia Lucia no entiende. Sino lo contrario. Creo que Lucia es esa voz que tuvimos todos dentro, en algún momento, y que quizás los años, el tiempo, la vida, hizo que la fuéramos olvidando.
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Quería terminar con algo que pensaba mientras le daba vueltas al tema de este mail: las voces en la literatura son como las voces en nuestros sueños. No están hechas de sonido, pero aún así podemos jurar que las escuchamos.
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*Mientras escribía este mail, googleando para confirmar la fecha en que salió el juego La abadía del crimen, por si me fallaba la memoria, me encontré con este dato en Wikipedia:
Existía un huevo de pascua en la versión de PC consistente en un ingenioso sistema antipiratería. Si se hacía una mala copia del juego, en vez de cantar el Ave María en misa, sonaba una voz que decía «¡pirata! ¡pirata! ¡pirata!», lo que causaba que poco después la computadora se apagara sola.
Recién a los cuarenta y tres años vengo a enterarme qué fue lo que sucedió (y lo que realmente escuchamos) aquella noche. No pierdan nunca las esperanzas. Los misterios siempre pueden resolverse.