-Este mes estamos leyendo Odile de Raymond Queneau.
-Este es el primer mail.
-Podés consultar los libros que leímos anteriormente y las próximas lecturas en
nuestra web
.
-Tu
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Primer mail de 2021. Ya llevamos quince libros leídos en el club y ahora arrancando con el número dieciséis. Cómo pasa el tiempo. No me voy a poner emotivo, pero sí quería agradecerles de corazón el estar ahí del otro lado leyendo, acompañándome en esta locura hermosa que es este club de lectura. Muchas pero muchas gracias.
Bueno, ahora sí, vamos a lo nuestro. Hablemos de Odile, de Raymond Queneau. Lo primero que quiero decirles es que no sé nada. Es decir, no sé nada sobre los surrealistas, sobre Oulipo o mismo sobre la vida del autor.
Linda forma de comenzar el primer mail del año.
A lo que voy es que no creo que en estas semanas pueda darles mucho contexto para iluminar la novela con una luz enciclopédica, sino más bien que tomaré algunos temas o imágenes del libro para jugar con eso. Si escucharon el segundo episodio de nuestro podcast, la charla que tuvimos con Romi, ya se habrán dado cuenta que nos fuimos un poco por las ramas. En mi defensa, culparé a la edición de Leteo, cuyo prólogo y apéndices dan buena idea del universo del autor. Es algo que dice Kit Maude en su reseña para la revista Otra Parte: “el prólogo está escrito por el inimitable Rafael Cippolini, y de yapa, a la narrativa le sigue una conversación entre Queneau y Marguerite Duras y una cronología exhaustiva de la carrera del gran oulipiano. Así que me rindo: si el lector está buscando las claves de lectura de Odile, más el contexto en que fue escrita y la relevancia para sus obras posteriores, lo dirijo a estos textos estimables”.
Les recomiendo que, además de leer la reseña de Kit Maude, lean esta nota de Pedro B. Rey, quien tradujo la novela, y se vean este video con una entrevista a André Breton donde cuenta qué es el surrealismo.
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Les insisto un poco en que hagan clic en alguno de esos links si van a leer la novela (o si ya la están leyendo) porque Odile es una novela en clave (roman à clef en francés, si quieren sacar chapa delante de otras personas); lo que quiere decir que detrás de la ficción se esconden alusiones a personajes reales: Anglarès = André Breton; el protagonista = Queneau; Saxel = Louis Aragon. No es que sea fundamental para entender la novela, pero le va a agregar otra profundidad a la lectura.
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Les comentaba que en el podcast nos fuimos un poco por las ramas, porque nos pusimos a hablar de los ríos, algo que no aparece tanto en la novela. Aunque sí hay un juego con la memoria y el olvido. Hablo de esto que dice el protagonista en la primera página, que su historia empieza a los veintiún años, como si hubiera nacido en ese momento. Él mismo se encarga de contarnos que la gente le dice que es imposible haber nacido a esa edad. Pensaba que hay algo de verdad en todo eso, por lo menos en lo que se refiere a la literatura. No tanto a la escritura, porque es un proceso distinto, pero sí en cuanto a la lectura. Sucede cada vez que abrimos un libro y aparece un personaje. Basta solo la primera palabra que lo mencione para que exista, para que esté delante nuestro, entero, de pies a cabeza, aunque todavía no lo conozcamos ni sepamos su historia. De ahí que hagamos tan propios los libros. Somos, mal que les pese a quienes los escribieron, quienes les estamos dando vida al leerlos.
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Voy a terminar este mail acá. No me quiero extender mucho más así les dejo tiempo para que vean algunos de los links que les pasé. Lo último que voy a agregar es una aclaración sobre el texto que elegí esta vez para la sección del final del mail. Esta vez haré algo distinto, no compartiré un fragmento de un libro de mi biblioteca. Alguna que otra vez me preguntaron si escribía y que querían leer algo mío -en rigor ya lo hicieron cuando leyeron los textos que le adjudiqué a Netlingler los primeros meses del club-. Suelo decir que soy un hombre de principios… solo escribo principios de cuentos.
Cuando comencé a leer Odile recordé un cuento que alguna vez había empezado a escribir. Quería compartirlo con ustedes.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover
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Calisto en el bosque
Tengo setenta y siete recuerdos. Me gusta explicarlo diciendo que mi cabeza es como una góndola de supermercado en donde sólo entran setenta y siete productos. Cada experiencia nueva puede eliminar uno anterior. Una vecina que se asoma para recordarme que hoy pasarán a cobrar las expensas puede, por ejemplo, ocupar el lugar de un atardecer en el Tigre. De todas formas no todas mis experiencias se convierten en recuerdos. Esa vecina podría pasar por mi cabeza como una brisa que entra por la ventana.
Cada recuerdo es como un sueño, una nebulosa de sentido que flota en mi cabeza. Puedo recordar el camino a casa, la puerta de mi edificio, los dos pisos por escalera que subo todos los días. Pero forman parte de un único recuerdo. Si recordara cada uno de los escalones, si pudiera evocar en mi cabeza hasta el más mínimo detalle de cada uno, entonces ya no sabría quién soy.
A veces, como ahora, hablo conmigo mismo para darle un sentido a lo que hago. Para no perder el rumbo y llegar a casa lo antes posible. Me gusta pensar que mi cabeza es un cielo de estrellas y que mis recuerdos forman distintas constelaciones. Hoy puedo ser Orión o puedo ser Calisto escondiéndose en el bosque. Hay días enteros en que no recuerdo nada de mi infancia, y puedo pasar semanas sin saber que tengo una madre. El teléfono suena, y una voz extraña me pregunta si estoy comiendo bien.
Principio de un cuento que comencé a escribir en 2008 y por supuesto nunca terminé, como buen hombre de principios que soy.
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